¿Las mujeres se comprometieron con el activismo
revolucionario y la resistencia antifascista o fueron canalizadas hacia papeles
auxiliares de soporte y ayuda que no cuestionaban el hecho de estar
subordinadas a los hombres?
En el bando republicano el cambio fue inmediato en
el trato recibido por las mujeres y la guerra, además de generar un discurso
nuevo, creó una imagen distinta debido al llamamiento a la movilización por
parte de las fuerzas políticas como el Partido Comunista, la C.N.T. o la F.A.I.
Las numerosas obras de arte que se crearon durante
estos años y los carteles de propaganda que se encontraban en circulación durante
la guerra presentaron la imagen innovadora de una miliciana guapa y joven que
cargaba un fusil marchando hacia el frente. Junto a esta imagen tenemos la
tradicional representación de la mujer víctima del fascismo, la madre,
defensora de sus hijos que reclama la solidaridad antifascista y se encuentra
desconsolada por el dolor o la pérdida de los suyos.
Esto es lo que vemos en el cuadro Madrid
1937 (Aviones negros) de Horacio Ferrer. Fue encargado por el Gobierno
de la República y plasma todo el dramatismo del pueblo del bando republicano
por la tragedia de la guerra. Fue expuesto en el pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de las Artes y las
Técnicas en la vida moderna de París del año 1937, junto con otras obras de
artistas republicanos como el Guernica
de Picasso.
Durante los primeros
meses de la guerra se produjeron también movilizaciones de mujeres que hasta el
momento estaban aisladas de la vida sociopolítica del país. Creaban barricadas,
cuidaban de heridos, organizaban las asistencias en la retaguardia. Sin
embargo, estos nuevos espacios abiertos para las mujeres no cambiaron la
mentalidad tradicional con respecto a ellas. A pesar de esto, se habían descubierto
escenarios donde las mujeres reivindicaban su labor y además, los trastornos
sociopolíticos facilitaron algo de ruptura en las normas tradicionales de
conducta. Esto permitía una actuación más allá del ámbito doméstico.
La movilización
femenina tuvo una característica importante y es que, fue incentivada por
organizaciones que canalizaban su actuación política y social como Agrupación
de Mujeres Antifascistas o la organización anarquista de Mujeres Libres.
Durante los primeros
meses de la guerra, la imagen de la combatiente fue innovadora porque
representaba una ruptura con respecto a las normas de comportamiento
tradicional y el patrón social de las mujeres. Sin embargo, si analizamos más
detenidamente el asunto, esta imagen no parece representar una imagen nueva,
sino más bien un símbolo de guerra y de la revolución. La imagen beligerante de
la miliciana tampoco se dirigía a un
público femenino, sino más bien se pretendía que sirviera como incentivo
dirigido a los hombres para estimular su cumplimiento del deber del soldado en
la lucha antifascista.
Tanto es así que la
consigna general a lo largo de la guerra era ‘’Hombres al frente, Mujeres a la
retaguardia’’ y, las imágenes componían la representación de dos figuras
femeninas: ‘’Heroína de la retaguardia’’ o la de ‘’Madre Combativa’’ que, como
modelo, era más cercano a lo que venía enarbolando la lucha antifascista de las
mujeres. Sin embargo, las tareas militares en el frente no estaban concebidas
como rol femenino y las mujeres tuvieron que asumir una serie de tareas como
madres, amas de casa, trabajadoras, educadoras, asistentas sanitarias y
sociales y en medio de las dificultades propias de una guerra: precariedad del
abastecimiento, hambre, etc. Las organizaciones femeninas rechazaron la incorporación
de mujeres al frente y a partir de otoño
del 1936 se produjo una extensa propaganda para disuadir a las milicianas a
participar en los frentes.
En las primeras semanas
de la guerra había mujeres combatientes que incluso cayeron en combate, pero la
evocación de heroínas muertas como Lina Odena o Antonia Portero, nombrada en
poesías de Miguel Hernández, no debe ocultar que las milicianas no fueron nunca
un ejemplo a seguir. Comenzó un movimiento de descrédito de la figura de la
miliciana y la visión inicial de entusiasmo se tornó más crítica y que
sorprendentemente nunca fue contestado por parte de las organizaciones
femeninas.
Las milicianas fueron
pocas y sólo una minoría actuó en combate armado, mientras otras desempeñaron
servicios auxiliares como sanidad, aprovisionamiento, administración o cocina. La
imagen de la fotografía de Agustí Centelles Autorretrato en el frente de Aragón, representa una de estas combatientes de las
primeras semanas de la guerra en la que participaban codo con codo hombres y
mujeres en el frente. Agustí Centelles es en fotorreportero español más
conocido de los que cubrieron la Guerra Civil. Fotografió los combates del 19
de julio en Barcelona y partió al frente de Aragón con las primeras columnas de
voluntarios y voluntarias. Movilizado en 1937, fue testigo de las batallas de
Teruel y Belchite, y recogió también escenas de la vida en la retaguardia. Sus
fotografías tuvieron gran difusión en la prensa republicana e internacional.
El perfil típico de la
miliciana era el de una mujer joven con vínculos políticos, familiares o
afectivos con los compañeros de las milicias. Actuaban motivadas por su
conciencia política y social y en sus memorias se explica que sus estímulos
fueron el rechazo al fascismo y la defensa de los derechos políticos y sociales
que adquirieron las mujeres durante la Segunda República.
Bibliografía
Ponce
V., Soriano J.; Maestros de
la fotografía. Robert Capa. David Seymour. Agustí Centelles. Gerda Taro. La Guerra Civil,
Público, Madrid, 2008.
VV.
AA.;
Las mujeres en la guerra civil, Salamanca
1989, Ministerio de Cultura, Madrid, 1989.
VV. AA.; Propaganda en Guerra, Consorcio
Salamanca 2002, Salamanca, 2002.
Y para finalizar, estas son las partisanas recién salidas de la mesa de pintura. Ahora sólo les toca hacer frente a los alemanes en la mesa de juego (lástima que el flash de la cámara dejara sus caras blancas).
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